Cuenta una leyenda nahuatl la historia de un valeroso guerrero llamado POPOCATEPETL y una hermosa doncella llamada IZTACCIHUATL que murio de amor.
El valeroso guerrero fue obligado por el padre de la doncella a ir a la guerra para obtener su visto bueno para contraer nupcias con su hija. Tras meses de no obtener noticias.
El valeroso guerrero fue obligado por el padre de la doncella a ir a la guerra para obtener su visto bueno para contraer nupcias con su hija. Tras meses de no obtener noticias.
Iztaccihuatl recibió a un mensajero quien le dijo que su amado habia muerto en combate. Victima de la tristeza la doncella se entregó al llanto, saliendosele la vida entre las lagrimas y murió.
Al poco tiempo el guerrero regresó y encontró a su amada muerta, lleno de coraje, se llevo el cuerpo a lo alto de un cerro donde le dio sepultura y permanecio arrodillado junto a ella dejándose morir de tristeza y de coraje.
los dioses al contemplarlos sintieron compasión por ellos, los cubrieron con un abrigo de ramas y nieve y los convirtieron en montañas. Una con la silueta de una mujer dormida y el otro un volcán que a cada tiempo sigue ardiendo de amor en su interior.
Esta bella leyenda es sólo una muestra de la enorme importancia cultural que estos volcanes
significan para la región y para el país en general, volcanes que han estado presentes a lo largo
de los siglos en el imaginario colectivo, eternos custodios y marco natural del Valle de México. Son estos los volcanes que aparecen en las pinturas de José María Velasco, el Dr. Atl y Diego Rivera y fue en un camino en medio de estos volcanes (el Paso de Cortés) donde los conquistadores españoles vislumbraron desde las alturas por primera vez el esplendor de la antigua Tenochtitlan.
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